12 Abr Un Amazon alternativo para las pequeñas librerías
La plataforma estadounidense de comercio electrónico Bookshop, basada en la prescripción de títulos, se alía en España con dos centenares de libreros independientes
Un puñado bien escogido de libros puede torcer el curso de la historia. En concreto, de la historia del racismo en Estados Unidos, patente una vez más durante el arresto brutal que acabó con la vida de George Floyd en mayo del pasado año. Al menos eso pensó Kathy M. Burnette, propietaria de una pequeña librería en Chicago, cuando un movimiento de protesta recorrió el país por su muerte y se aglutinó en torno a tres palabras: “Black Lives Matter” (Las vidas negras importan). Entonces ella decidió elaborar un listado con 100 títulos que levantaran testimonio de la desigualdad racial. Difundió aquella relación mediante el perfil de su librería en Bookshop, la plataforma alternativa a Amazon que llega a España este lunes. En una semana, Burnette vendió 10.000 ejemplares de costa a costa del país. Y alimentó con ello el espíritu de la protesta.
El estadounidense Andy Hunter, editor y fundador de Bookshop hace un trienio, explica por videoconferencia que aquel volumen de ventas habría sido imposible sin una plataforma de comercio electrónico detrás que suministrase los pedidos de forma centralizada: “No dependemos del inventario de ninguna tienda individual, el libro se envía directamente al cliente a través de un operador logístico que utiliza los almacenes de las distribuidoras”. Del medio millar de librerías independientes que existen en España, según datos del gremio, Bookshop ya ha logrado el respaldo de 200. En la página cada vendedor cuenta con un espacio propio, personalizado a imagen y semejanza de su establecimiento. Aquí puede publicar listas de recomendaciones, como la que creó Burnette en Chicago. De ese modo, explica Hunter, se digitaliza la prescripción del librero, esencia misma de su oficio.
El emprendedor agrega que durante la era Trump las librerías se convirtieron en un reducto indispensable desde el que combatir los eslóganes más radicales de la Casa Blanca. Sin embargo, su utilidad pedagógica contrasta con las cifras de un mercado muy desequilibrado: por cada ejemplar que despacha un librero estadounidense, Amazon vende 300. “Necesitábamos una herramienta que vehiculara parte de ese flujo comercial a través de la pequeña librería”, apunta el fundador de Bookshop. En la versión española de la plataforma, las compras asociadas a una tienda en concreto —que pueden seleccionarse gracias a un mapa interactivo, un directorio y mediante las listas de prescripción— le dejan al librero un margen del 25% sobre el precio de venta. Si la adquisición se efectúa en la página general, ese mismo porcentaje pasa a engrosar un fondo común, repartido después entre todos los puntos de venta por igual. El pedido se entrega en 24 horas.
No es que Bookshop haya desembarcado en España, sino que dos españoles fueron en su busca. Marc Subirats y Marta Marrón, expertos en empresas tecnológicas, apadrinaron en Barcelona una pequeña librería a punto de cerrar. Pero la pandemia desbarató todos sus planes y vieron en Bookshop una alternativa a Amazon “que nos permitiera subsistir en mitad de la crisis sanitaria”, dice ella. Contactaron con Hunter y decidieron adaptar a este mercado un proyecto que en Estados Unidos y el Reino Unido facturó el año pasado más de 60 millones de euros, de los que 12 fueron a parar a 1.500 establecimientos inscritos. Crearon un equipo de siete empleados, todos antiguos libreros, y empezaron a negociar unas condiciones con los gigantes de la distribución —Planeta y Penguin Random House, entre otros— que otorgaran viabilidad económica a la plataforma.
La cuantía de los descuentos acordados es secreta, como muchos otros contratos del sector, si bien supone la clave del proyecto español. En paralelo, Subirats y Marrón presentaron su idea a la otra parte implicada: los libreros. La uruguaya Cecilia Picún, propietaria de Librerío de la Plata (Sabadell, Barcelona), especializada en autores hispanoamericanos, se enroló sin dudarlo: “No me había planteado participar de la venta por internet porque mi negocio se sostiene en la recomendación al lector, pero eso es justo lo que caracteriza a Bookshop”. Como otros consultados, Picún también valora que la plataforma se haga cargo de “la faceta más hostil del comercio virtual”. Es decir, de gestionar pedidos, empaquetarlos y mandarlos al destinatario. Los datos agregados de sus clientes, que dejan rastro en la página durante la compra, se ceden a la empresa con fines promocionales.
Lola Larumbe, de la madrileña librería Alberti, también plantea su punto de vista: “No creo que tenga sentido insistir en la venta por internet. Si quieres apoyar a los libreros independientes, lo mejor es que te pases por sus tiendas”. Con todo, Larumbe cree que acabará inscribiéndose en el proyecto. Por su parte, Enrique Pascual, presidente del Gremio de Librerías de Madrid y propietario de Marcial Pons, opina que Bookshop es “una gran alternativa, en especial para quienes carecen de una estrategia propia de venta en línea”. No es su caso, pues creó hace años una rentable web: “Aún tengo que valorar si me compensa una nueva plataforma”.
Bookshop ha firmado un pacto de buenas prácticas con la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (CEGAL), por el cual se confiere a cada empresario la libertad de adherirse a esta nueva experiencia o declinarla. CEGAL lanzó hace dos años la página de venta al público Todos tus libros, que agrega 400 perfiles de librerías sin almacenaje ni logística común. Marcial zanja: “Son dos proyectos distintos, Bookshop podrá competir contra Amazon. Salvo que solo logremos confundir al lector con tantos portales para tan poco mercado”.
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